ESCRITO POR JAY ASHER.
Por trece razones no es un libro amable. Tampoco se puede decir
que se trate de una historia bonita. Es más bien un relato duro,
apasionante pero duro, que nos acerca a la mente de quien no quiere
seguir viviendo. Hannah no es tan distinta a la gente de la calle: de
hecho, cualquiera de sus vivencias podría haberte ocurrido a ti, o
conocerás a varias personas que hayan pasado por lo mismo. Resulta
escalofriante el retrato humano de la suicida, acostumbrados como
estamos a contemplarlos como seres perturbados y desquiciados. Sirvan
los siete cassettes para que no vuelva a ocurrir; tiéndele la mano a
Hannah cuando todavía no ha dado el salto.
Una a una, Clay va desentrañando los motivos que le llevaron a Hannah al
suicidio a través de las trece caras de las cintas. Es un grito
desesperado a la amistad, con los penosos resultados de hacer caso a los
rumores malintencionados. Con las palabras de la protagonista, poco a
poco vamos descubriendo las razones, las trece razones, y cómo los
gestos más inofensivos pueden resultar fatales cuando alguien se va
acercando lentamente al abismo. Hannah no vive un secuestro, ni una
violación. Su vida, vista desde fuera, no parecía atisbar semejante
desenlace. Pero hay que acercarse a su corazón, desde el frío altavoz
del radio-cassette, para comprender que el efecto mariposa puede
provocar estragos. Ni siquiera es una defensa del suicidio, aunque el
libro puede provocar todo tipo de impresiones. ¿Acaso no es ese un
objetivo, lícito, crear discrepancias entre los lectores? Jay Asher,
desde un estilo rápido y sin ahondar en descripciones, no hace ningún
intento de convencer o justificar: eso lo deja en manos del lector, que
decidirá por sí mismo si Hannah fue valiente o egoísta, pero no hasta
que haya descubierto una por una todas las piezas del puzzle que
comprenden la fotografía de su suicidio.
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